miércoles, 26 de noviembre de 2014

Mozart y Salieri

Salieri conoce a Mozart en Viena donde éste último presentaba una sinfonía compuesta por él todavía como protegido del Arzobispo de Salzburgo (ciudad natal de Mozart), es decir, en tanto que asalariado suyo. La impresión que causan Mozart y su futura mujer, Constanza, tal y como cuenta la película, es la de unas personas superficiales y hasta tontorronas. Suponemos que esta imagen de Mozart no es en absoluto acertada, aunque seguramente en su día debió haber causado una impresión bastante peculiar: Mozart siempre fue o quiso ser un hombre bastante libre, y era lo suficientemente inteligente como para escoger de aquí y de allá lo que más le atraía sin atenerse a patrones preestablecidos, por lo que, frente a una sociedad donde las convenciones eran algo muy sagrado, siempre debió pasar como un tipo raro o, cuanto menos, especial.
La película nos cuenta cómo Mozart rompió finalmente con el Arzobispo de Salzburgo, lo que le costó no pocos disgustos con su padre, precisamente en este afán por constituirse como músico independiente, es decir, como un compositor sin "contratos en exclusiva", un compositor que pudiera decidir por sí mismo qué proyectos le resultaban atractivos y cuáles no. Esta opción que Mozart tomó le obligó a pasar grandes apuros económicos durante toda su vida y a verse endeudado casi permanentemente.
Cuando Mozart deja Salzburgo, se instala en Viena y es allí donde compone sus óperas más importantes (por eso y porque resultan muy vistosas cinematográficamente la película se centra en ellas, porque en la realidad Mozart compuso música tanto instrumental como vocal para todas las formaciones posibles, no solo óperas). Allí reside el emperador de Austria, José II, rodeado en su corte de un considerable número de músicos y compositores en su mayor parte venidos de Italia.  Durante los años precedentes, la música italiana y, en especial la música escénica italiana, es decir, la ópera, había gozado de gran popularidad, y por ello, un monarca como José II que pretende revitalizar la vida teatral vienesa, llena su corte de maestros italianos para ver si así consiguen implantar su arte.
Hasta ese momento, la ópera solía versar sobre mitos y leyendas clásicas (es decir, que hablaban de los dioses de las antiguas Grecia y Roma). Estas eran leyendas que, a pesar de lo antiguas, eran conocidas perfectamente por la nobleza o la "élite" cultural, y gustaban de recordarlas una y otra vez puesto que eran consideradas sumamente educativas al mismo tiempo que lo suficientemente alejadas como para resultar exóticas tal y como requería por aquel entonces el teatro. A pesar de los temas "elevados" y de que a la ópera en aquel tiempo no acudieran más que monarcas, aristócratas, o, en definitiva, "la crème de la crème", no debe pensarse que los teatros de ópera eran lugares tan serios y acartonados como suelen serlo ahora: en los palcos de los teatros de ópera se comía y se bebía, tenían lugar tertulias, se comentaba y se explicaba lo que sucedía en escena, e incluso se tenía derecho a despotricar en voz alta si la función no era del gusto del público. En la época en la que vivió Mozart los comerciantes y profesionales (la burguesía) habían alcanzado una posición económica suficientemente alta como para pararse a pensar que a santo de qué ellos no podían gozar de espectáculos como aquellos que divertían a la nobleza, así que también ellos se decidieron a ir a la ópera. Efectivamente, la burguesía tenía ya suficiente dinero como para asistir a conciertos y óperas pero, en cambio, no poseía la cultura y educación adecuadas, de modo que eran incapaces de sentirse atraídos por las leyendas y mitología clásicas o de seguir el argumento de una ópera escrita por entero en un idioma extranjero (prácticamente hasta el s. XIX solo se escribió ópera en italiano).
Por esta razón,  en la película vemos a Mozart discutir varias veces con los compositores de la corte y el Emperador acerca del argumento de sus óperas: Mozart fue uno de los primeros autores de la historia que tomó la resolución de escribir óperas con argumentos actuales y cercanos a su público, tanto que le hiciesen incluso reír, y, aunque a veces siguió utilizando libretos (los guiones de las óperas se llaman así) en italiano, otras se atrevió hasta a escribirlas en alemán, idioma que siempre había sido considerado como antimusical (por aquello del "suban-empujen-estrujen-bajen"), como sucedió en una de las primeras óperas que compuso en Viena: El rapto del serrallo, así como en la última de ellas: La flauta mágica.
El rapto del serrallo está ambientada en Turquía. Unos españoles que viajan en su barco son atacados y secuestrados por unos piratas turcos y finalmente vendidos en Turquía  a un sultán que les recoge como sirvientes en su palacio. El prometido de una de las secuestradas organiza una maniobra para raptar y así recuperar a su amada, maniobra que finalmente sale mal aunque no tanto: los raptores son descubiertos por los turcos, pero el sultán resulta ser un hombre muy razonable y cuando le cuentan la historia de amor de los dos protagonistas, se siente conmovido y les deja en libertad. 

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